Articulo Revista Arquitecturas Guatemala.
En
movimiento imperfecto para la arquitectura.
Mauricio Rojas Vera
Del objeto al vacío, del intérprete al compositor, de lo
perfecto a lo real y humano, de lo inconcluso, indefinido, indeterminado y, por
lo tanto, en movimiento para la arquitectura.
En nuestros días, las pieles y papeles de regalo que envuelven el
edificio-objeto parecen ser más primordiales que el vacío que define el espacio
arquitectónico o el que genera la ciudad con sus proporciones, ritmos,
porosidades, densidades y escalas formadoras de su carácter urbano e inherentes
nociones de llamado al orden.
Por ello, considero más relevante que centrarse en los nuevos lenguajes, “ismos”
o colores de la arquitectura -como la “verde”-, que generan los repertorios
arquitectónicos para el siglo XXI y constituyen un tema recurrente en los
centros de estudio y algunas revistas de moda, reflexionar sobre lo que se deja
escapar, lo obvio, el fondo y el trasfondo. En otras palabras, no tanto en qué
es lo nuevo, sino más bien qué es lo de siempre.
Quizá, como ejercicio, podríamos intentar indagar sobre otros ángulos o
vectores de la compleja urdimbre que sostiene, templa y define (¿sostenibilidad?) la telaraña de la
teoría-proyecto-obra-oficio, y enfocarnos en algunas nociones que expongo a
continuación.
Imagen: Telaraña y orden + carro verde.
Compositor e intérprete: ¿ es el
contenido de un proyecto, ya sea unipersonal o fruto de una investigación conjunta,
producto de una investigación propia? O es resultado de una exitosa difusión-fusión que con creatividad y
talento, se unen motivos e imágenes de una o unas propuestas previas con cierto
interés. Tal como lo hacen los DJ´s hoy en día con la música. Antes las
fusiones eran lentas, hoy en día son extremas, ¿mucha fusión = confusión?
La historia de la arquitectura es pródiga en ejemplos de arquitectos
compositores y arquitectos intérpretes, que no siempre son conceptos radicales o
excluyentes, sino maneras de crear y recrear. Una escalera o una ventana pueden percibirse
como elementos habituales y, de suyo, reconocibles; el desafío consiste en
explorar qué más se puede hacer con ellas dentro de un contexto, cuales son sus
variaciones. ¿Importara quien la invento?
En el campo de la música se puede apreciar, más que en otros, esa
diferencia. Pocos cantautores alcanzan notoriedad, como interpretes, por citar
alguno, Armando Manzanero, estupendo compositor, pero Luis Miguel sin duda
atrapa mas audiencia como interprete.
Suele suceder que los compositores, excepto casos excepcionales, pasan
inadvertidos, y quien se lleva la gloria, por lo general, es el intérprete de
las piezas musicales. El papel de ambos es igual de sustancial, pero mientras casi
siempre el primero subyace envuelto en una luz tenue, el segundo brilla con
mayor intensidad. ¨Hasta que el pueblo canta las coplas, las coplas, coplas no
son, y cuando las canta el pueblo ya nadie sabe el autor, procura tu que tus
coplas al pueblo han de llegar, que al volcar el corazón en el alma popular, lo
que se pierde gloria se gana de eternidad¨ Facundo Cabral.
Ahora bien, ¿es indispensable que, para imprimir su sello personal, en cada
melodía de su creación el compositor deba inventar un instrumento o cambiar
todo el registro musical para destacar y ser identificado? Siguiendo la línea
de esta comparación, ¿la arquitectura está obligada a inventar un nuevo
lenguaje en cada diseño que propone? Y si lo logra, ¿será entendida?
Imagen: Puerta balcón. + Imagen cantante Luis Miguel.
Lo propio y lo apropiado: el dilema estriba en si la solución dada como proyecto arquitectónico es
pertinente y se adecua a un problema generado dentro de la propia disciplina. La
arquitectura debería ser capaz, más allá del lenguaje o el icono, de recrear una
historia diferente entre ella y el contexto cultural, geográfico y urbano;
entre el espacio y sus habitantes.
¿Bastara, simplemente, con lograr e implementar el recurso de Marcel Duchamp,
mal traducido del arte a la arquitectura como “ready-made” (Rafael Iglesia) de
descontextualizar objeto y lugar, para generar por sí solo, un fenómeno arquitectónico
válido y detonador de para rescatar un pedazo de ciudad? Esto también se conoce
como el “efecto Bilbao” de Frank Gehry, que tanto sacrificio y dinero ha
costado a los españoles, en otras ciudades como Valencia y que copiamos
literalmente en nuestras ciudades latinoamericanas.
Presiento que lo antes citado es insuficiente y no pasará de ser una moda
pasajera que, a la larga, terminará por causar hastío. Me refiero a la puesta
en escena de una acción foránea, en formato también ajeno, para quien nunca lo
ha tenido. Es la misma historia con un lenguaje similar, solo que contada en
otro sitio; por lo tanto, no es nueva sino acaso novedosa, para quien la
desconoce.
En Latinoamérica el tema es más bien cultural: tenemos la arquitectura que exigimos
y, tal vez por ello, la que merecemos, mientras no seamos capaces de encontrar y
contar nuestras historias, ya sea propias o apropiadas. Y aquí surge un nuevo
dilema: ¿qué se entiende por apropiar? Algunos consideran que es tomar lo bueno
de otro y volverlo propio; otros, escoger lo que resulte más conveniente. Sin
embargo, nuestro imaginario colectivo latinoamericano tiende a otorgar escasa
valía a lo propio y privilegiar lo foráneo. También algunos ligan esta actitud
a la reproducción humana, en términos de difusión de la especie de una etnia o
tribu.
¿Todos somos tan diferentes, los unos a los otros como para llegar creer
que cada uno tiene algo propio y solo de si mismo? incluso dentro de un mismo
entorno, por lo cual hablar de “lo propio”, como un concepto integrador, deja
más dudas que respuestas. Quizás viene mejor el concepto de lo “apropiado¨. Me
apropio de lo que me sirve o me es conveniente. Por ello es determinante dar a
conocer esta disyuntiva a los profanos en arquitectura, en especial los
clientes, para que lo comprendan y, a partir de ahí, sepan qué pueden discernir
entre ¨lo apropiado y lo ajeno” lo que conviene y lo que no.
En regiones que podrían calificarse de ordenadas, como las europeas, un
poco de desarreglo se considera bueno, a diferencia de Latinoamérica, donde rige
el desconcierto y el anhelo general se orienta a un afán por lograr el orden y
la ubicuidad.
Imágenes: Foto: Frank
Ghery, Museo Guggenheim de Bilbao. + Foto: Toyo Ito, torres, Portafira
Barcelona. + Foto: Santiago calatrava, palacio de artes de Sevilla.
Imagen: Fondo y figura.
Completo o incompleto: plantea la noción de lo perfecto y acabado, cuando la mente atesora las imágenes
visuales de un objeto o figura que completan un vacío, o anhelo sobre algo
desconocido físicamente. Es un buen principio, ya que nos ha permitido
descubrir cosas que desconocíamos, y también incentivado a explorar nuevas
opciones. Sin embargo, la arquitectura no es una pieza visual o inerte de
colección; su fin último es que invite a vivirla, disfrutarla, recorrerla.
La arquitectura no es un elemento aislado y distante; si no se nutre de
vida, se asemeja a la fotografía de un delicioso platillo en un libro de
cocina. Por muy bellos colores y excelente definición que tenga, no se puede
saborear. De pronto, ni siquiera es de nuestro gusto aunque parezca.
En todo caso, en vez de imágenes estáticas, una mejor aproximación a la
arquitectura es a través de materiales fílmicos, como documentales y películas,
y la descrita en bellísimas obras literarias, porque allí se adquiere
movimiento, se percibe de mil maneras a través de los sentidos y la memoria,
percibidos o recordados.
La ciudad no está conformada por objetos de gran volumen solido y símbolos
vacíos, a manera de escenografía permanente; solo adquiere significado cuando
los lugares y eventos se relacionan mediante la experiencia vital. Es una
construcción dinámica que armoniza vacíos y llenos de múltiples escalas, que se
desplazan, siempre incompletas, afanosas, cambiante y, por lo tanto, en continua
evolución.
Ese vehemente “deseo” por seguir avanzando, por alcanzar “aquello”, más que
el de llegar u obtener algo finalmente, es lo que insufla vida a la ciudad e
impide que muera, o que muramos en vida, como bien señala Alberto Pérez-Gómez.
Considero más exacta la noción de “parte”, puesto que conlleva la idea de
complemento. Todo forma parte de un conjunto más amplio, y a su vez de otro más
pequeño.
Entonces, ¿existe algo que pueda ser considerado perfecto y completo? Por
ejemplo, el trabajo de taller de un estudiante y la obra premiada en una bienal
de arquitectura, ¿corresponden a los parámetros de perfección y obra acabada, o
solo son una ilusión fugaz visual que escapa al uso de la gente, al paso del
tiempo y la naturaleza por ella?
Un proyecto imperfecto e indefinido no solo podría estar más próximo a la
naturaleza humana, sino también ayudarnos a ser más felices, ya que no impone
un modelo al cual debamos adaptarnos, sino todo lo contrario. Una propuesta con
errores e incompleta abre espacios para la búsqueda personal, que no
necesariamente debe ser comprendida mientras evoluciona y hace parte del todo.
Claro, que esto toma tiempo y hoy en día parece ser lo que menos abunda.
El símbolo, en sí mismo, no es arquitectura; no obstante, esta puede llegar
a ser simbólica. Pensar que su fuerza radica exclusivamente en su poder
simbólico y el peso de la imagen en el recuerdo colectivo desplaza su verdadero
significado, que es la reconstrucción del vacío interior y exterior, en busca
de un mejor entorno donde adquieran sentido las manifestaciones colectivas de
los seres, incluidos humanos.
Imagen: Cartagena + calle Morelia + cicatrices urbanas.
Tiempo: El tiempo es solo un común denominador de las velocidades
de transformación, una medida y patrón de los ciclos. Una invención que nos
vende el peso del desgaste, de los términos viejo y nuevo, quitándonos la
libertad y emoción del presente.
Todo es recuerdo y memoria; La proyección del futuro no
es mas que una reconstrucción que se lanza al vacío de una transformación
constante e incluso cíclica que solemos llamar tiempo. La compleja realidad que
percibimos está dada por la superposición de una experiencia sobre otra
experiencia en el mismo punto o lugar, como una acuarela, enmarcada por una
mirada que se traslapa, una con otra, en el recuerdo a otra mirada, sumando, en
la memoria perceptual, dibujando el ser y el estar. Construyendo y redefiniendo
constantemente el ahora.
La arquitectura debe ser silenciosa poesía oculta a la
mirada desprevenida, abierta a los sentidos recorridos por la memoria cautiva;
No es un objeto de deseo... Es el deseo mismo convirtiéndose en materia
transformada.
Imagen: Acuarela sin escala.
Imagen: Atmósfera 1.
Belleza y abstracción: la belleza no es ni nunca ha sido un asunto superficial. Es una noción, un
estado, una percepción de que las cosas son como deben ser y están donde
tienen que estar. La abstracción indolente, esencia y vocación del siglo XX, se
ha marchitado y merece que nos despidamos de ella.
¿Cual será tu cariz, belleza? de seguro no será monstruosa y doliente, ¡Bienvenida
la complejidad incierta e incompleta, amorfa y movible, de mil órdenes y
maneras bella, todo y uno!
Imagen: Atardecer.
Efímero o duradero:
“Algún día, como todos los días,
El hombre, despertara
ansioso de que algo lo ilusione y conmueva... lo maraville.
por eso se despierta
y se levanta.
También cada día,
querrá, la solidez de la certeza,
del comer, del reir,
del dormir.
Del estar, pero
también del ser.
Del saber estar, del
saber ser.
Tan sencillo, que es
INDESTRUCTIBLE.
Como lo será la
fuerza de la firmezas,
La certeza de que sin
el otro, no somos,
La repetición de los
ciclos,
El eterno retorno, la
espiral.
lo demás es pura cuestión
de lenguajes y mecanismos...
de ilusiones.”
Cita: Mauricio Rojas.
Imagen: Cartagena lejos.
Todo lo que hacemos transcurre en fracciones infinitesimales de tiempo; lo
que importa es lo que les da continuidad, Todo dura segundos, lo que importa es
lo que pega los segundos, como lo que hacer pegar los ladrillos.
Sin la intención y el propósito, sin el anhelo de completar, solo somos
masas contradictorias, acicaladas por fuera, pero vacías por dentro. Objetos expuestos
en una escenografía estática. Es preciso nutrir o cargar primero el alma, para luego
poder descargar el objeto del deseo: La construcción o reconstrucción de una
relación, un encuentro, un pedazo de ciudad.
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